(DIARIO DE UN PRESO F.I.E.S.)
De XOSE TARRIO GONZALEZ
Martes 23 de Agosto 18 hs
En el barcito autogestión (Facultad Humanidades- UNCo-Neuquén-Argentina-)
Se proyectará VIDEO
FUGARSE DEL INFIERNO…
CHARLA DEBATE FERIA DE FANZINES MUSICA EN VIVO
XoséTarrío González nace en1968 en La Coruña. A los once años es encerrado en un internado; pasando luego por reformatorios hasta llegar a la prisión a los 17 años, donde contrae el virus del VIH/SIDA. En la prisión se involucra con el anarquismo y la rebelión, llevando a cabo varios intentos de fuga, practicando la real solidaridad entre los presos, luchando enérgicamente contra la cárcel y los carceleros; actitudes que lo llevan a recibir numerosas torturas, humillaciones y aislamientos. En el año 2004 tiene una grave recaída por su enfermedad, y el 2 de enero de 2005 finalmente fallece víctima de la institución carcelaria y la sociedad que la sostiene.
Cuando decidí escribir Huye, hombre, huye, deseaba simplemente dar a conocer una realidad del mundo carcelario desde el conocimiento profuso que me ha proporcionado la experiencia directa. Quise que mi narración fuera apodíctica, acercarme a la verdad (pues no me vanaglorio de poseerla) para que cada uno de vosotros sacase sus propias conclusiones, según su ideología y humanidad. Cuando escribí las páginas que habéis leído y que conforman Huye, hombre, huye, por mi mente desfilaron todos los amigos, compañeros y hombres que en la cárcel y en la huida constituyeron mi familia, en su mayoría muertos por el SIDA: cada frase, cada palabra y cada pensamiento constituyen un homenaje a su memoria: lágrimas que mis ojos no habituados al llanto jamás derramaron hasta hoy en forma de letras. Por eso tan sólo pido una cosa a los lectores de este libro, afines o críticos, y es que entiendan que para poder escribir este documento fueron necesarios muchos sufrimientos, dolor y muertes. Por ello, pienso firmemente que merece cuanto menos respeto y atención, pero sobre todo, y como objetivo primordial, una profunda reflexión. Todas las personas encarceladas en prisión han sido ya juzgadas de una u otra manera, así que no abordéis un nuevo juicio contra estas mujeres y hombres, sino contra vosotros mismos: ¿es deseable este sistema o hay que cambiarlo e intentar uno mejor? Vosotros elegís: pasar de larga o detenerse a pensar. Eso sí, sois responsables directos de todo aquello que pagáis y sostenéis con vuestros impuestos, y a vosotros os toca decidir qué cosas se hacen con ellos.
Huye, hombre, huye no constituye una historia excepcional, sino una historia tristemente repetida en las cárceles españolas. Es también el humilde intento de un neófito de transmitir una realidad cruda, plasmada al papel con los límites del Graduado Escolar. Consideré que en este sentido y en mi primer ensayo lo más que podía ofreceros era mi sinceridad. Por lo demás, nunca pretendí adornar un tema tan serio con florituras literarias; he pretendido ser sencillo, crudo, duro y crítico como el tema lo exige, sin caer en el victimismo, pero sin renunciar tampoco a relatar unos hechos palpables, que los medios de comunicación oficiales se han esforzado en acallar, y asumiendo los riesgos y consecuencias que se puedan derivar del relato, puesto que escribo desde una celda en la que me encuentro a merced de los excesos de las personas a las que abiertamente critico en este libro. Es más, creo que necesitaré escribir una segunda parte para apuntar cuestiones que se me han quedado en el tintero: muertes como las de José Romero González por SIDA en la prisión de Picassent (Valencia), aparentemente normal si no fuese porque los últimos días de su vida agonizó en una cama del hospital penitenciario engrilletado a la cama (los carceleros se cobraban así, con la colaboración del juez Alberola Carbonell, una venganza particular por el secuestro de Daroca); como la muerte de Juan Luis Sánchez González, después de varios apaleamientos por parte de los carceleros de Jaén 2, en cuya prisión se ahorcó el 29 de noviembre de 1995 (era entonces mi vecino y tuve que escuchar día a día las palizas y los gritos de dolor, hasta que un día se lo llevaron muerto; tenía veintidós años, se había atrevido a agredir a un carcelero y lo pagaba con la vida); como la muerte de José Luis Iglesias Amaro (alias Mastinato), ahorcado, tras varias palizas, en la prisión de Picassent el 27 de febrero de 1994; como la de Juan Luis López Montero en septiembre de 1993 en la cárcel de Almería; o la de Moisés Caamánez en la cárcel de Villanubla (Valladolid) por ahorcamiento en julio de 1994 (los carceleros llegaron a tiempo, pero por miedo a que fuera un simulacro lo dejaron morir colgado de un trozo de sábana); como la de Isabel Soria Camino, fallecida por inasistencia médica en 1994 en Villanubla; como tantas otras muertes ocurridas en prisión por negligencia e inducción de Instituciones Penitenciarias. No se debe olvidar que cuatro de estos presos muertos estaban incluidos en un régimen especial ilegal –el régimen FIES, no contemplado en ninguna de las leyes en vigor–, ni que en la actualidad medio centenar de presos sufren este régimen brutal en las prisiones de Badajoz, Jaén, Villanubla, Valdemoro, Picassent, Sotoreal y Villabona, lo que supone una conculcación de los derechos humanos más elementales.
Escribir este libro llevó cerca de dos años (dadas las complicaciones que me supuso sacar poco a poco, a escondidas, a través de ciertos abogados) y en todo este tiempo he asistido a sucesos que dan para otro libro, sinceramente. No quise incluirlo todo aquí por no hacerlo excesivamente extenso o repetitivo. Es cierto que durante todo el libro he hablado sólo de los presos en régimen cerrado, y lo he hecho por dos razones: en primer lugar, porque el régimen cerrado y el FIES son los únicos regímenes que he conocido en prisión, por lo tanto los que conozco; y en segundo lugar, porque estas personas aisladas son, junto con los enfermos y las enfermas terminales en prisión, las más necesitadas de que se conozcan sus circunstancias y sus problemas.
Desde luego no son personas perfectas y sin duda la mayoría son violentas, pero… ¿por qué lo son? Las claves se encuentran en este libro. Yo no voy a negar la brutalidad que existe en la cárcel entre presos, desafortunadamente, y por ello he relatado pasajes estremecedores en este sentido, intentado ser fiel a la realidad sin añadirle ni sustraerle nada.
Después de muchos años de aislamiento uno aprende muchas cosas de los hombres, y es verdad que muchas de esas cosas no son más que fruto de nuestra propia brutalidad; sin embargo, es incuestionable la entrega, el valor y la increíble solidaridad que muchos de estos personajes albergan en sus corazones y que no debe empañar la actitud de unos pocos. Conozco hombres y mujeres en prisión con una dignidad tal que uno no puede menos que sentirse impresionado; presos y presas con una conciencia tan linda que ya la quisieran para sí muchos de vosotros, yomismo. La mayoría de los mensajes de este libro los he aprendido de ellos y ellas, de sus cartas y sonrisas, de sus motines y rebeldías, de su tremenda humanidad que me ha aportado lo mejor de mí mismo.
No quise hacerlo público por respetar su intimidad, pero la inmensa mayoría de los personajes de este libro son portadores del virus del SIDA y aguardan la muerte a corto plazo. De todas formas les sobra dignidad y solidaridad con los demás. Igualmente tengo que advertiros que puedo haberme equivocado en algunas fechas y que algunos diálogos que aparecen en el relato no son una fiel reproducción del diálogo original, pues ¿cómo recordar intactos diálogos mantenidos hace años? Eso sí, los temas son los mismos, igual que el tono utilizado, propio de mi carácter.
En cuanto a mí, poco hay que decir. Me he utilizado para narrar unos sucesos ocurridos en prisión y que marcan la trayectoria penitenciaria del PSOE en el Estado español, hechos que he visto, escuchado o a veces protagonizado. He aprovechado la oportunidad para decir claramente parte de lo que pienso sobre un sistema podrido, inhumano, carente de inteligencia, al que aborrezco con todo mi corazón.
Ahora sólo espero contribuir con este texto a edificar algo mejor. Siempre he creído en el ser humano libre e independiente, no en las instituciones. Espero que estas letras sean de alguna ayuda y puedan salvar al menos una esperanza, alimentar una utopía (la sustitución de las cárceles por colegios, por ejemplo) o evitar alguna injusticia contra cualquier hombre o mujer, en cualquier lugar del mundo, en un futuro inmediato que voraz me sucede. Ojalá que sirvan para evitar que cualquier niño de barrio venga a ocupar la celda que deje libre una vez la prisión escupa mi cadáver, y para el cual ya se están forjando nuevos grilletes. Si fuese así me sentiría satisfecho, feliz. Pero mientras se avecina el futuro preñado de sucesos que todavía han de ver la luz, mi bolígrafo murmura entre las frías paredes de esta fría tumba de cemento, edificada sobre vuestra fría conciencia. Murmullos que erizan el vello y ante los que también siento frío, un frío moral y humano… No dejare que maten mis sentimientos ni mis opiniones, ni apagar mis gritos ni mi sentirme niño ni la libertad que siento palpitar dentro de mí. No permitiré que encadenen mis valores con mentiras: ellos constituyen la sal de mi existencia, mi alimento.
No soy un gemido: soy un grito de guerra desde la interminable noche de las tinieblas carcelarias.
XoséTarrío González
Prisión de Topas (Salamanca)
18 de marzo de 1996
Audio para difundir la actividad: Tarrio-edit.mp3
Afiche para difundir la actividad:
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